El síndrome cardiovascular-renal-metabólico es un término que hace referencia a la estrecha conexión que existe entre las enfermedades del corazón, los riñones y los trastornos metabólicos como la diabetes tipo 2, la hipertensión y la obesidad.
Estas condiciones no actúan de manera aislada, sino que están profundamente interrelacionadas, de modo que el deterioro en uno de estos sistemas puede acelerar el daño en los otros.
Este síndrome surge como resultado de mecanismos biológicos comunes como la inflamación crónica, la resistencia a la insulina, el estrés oxidativo y la alteración del sistema renina-angiotensina-aldosterona. Todos estos procesos contribuyen al desarrollo y progresión conjunta de enfermedades cardiovasculares, renales y metabólicas, lo que incrementa de manera considerable el riesgo de complicaciones graves y muerte prematura.
Reconocer el síndrome cardiovascular-renal-metabólico permite a los profesionales de la salud adoptar un enfoque más integral en el manejo de los pacientes, abordando simultáneamente estos tres sistemas para mejorar los resultados a largo plazo.
El síndrome cardiovascular-renal-metabólico representa una compleja interacción entre enfermedades del corazón, los riñones y el metabolismo, como la diabetes tipo 2, la hipertensión y la obesidad. Esta interrelación hace que los síntomas puedan presentarse de forma progresiva y afectar múltiples sistemas del cuerpo, a menudo de manera simultánea. Conocer sus manifestaciones clínicas es clave para una detección oportuna y un abordaje integral del paciente.
A continuación, se describen los síntomas más comunes, agrupados según el sistema afectado:
Síntomas cardiovasculares:
Estos síntomas suelen reflejar el esfuerzo que hace el corazón para mantener una adecuada circulación, especialmente cuando hay insuficiencia cardíaca o enfermedad coronaria:
Cansancio o debilidad persistente, incluso con esfuerzos mínimos
Dificultad para respirar, especialmente al acostarse o durante la noche
Hinchazón en pies, tobillos o abdomen (edema)
Palpitaciones o sensación de presión en el pecho
Síntomas renales:
Cuando los riñones comienzan a funcionar de forma inadecuada, pueden aparecer signos como:
Retención de líquidos con hinchazón en piernas o párpados
Cambios en el volumen y frecuencia de la orina
Orina espumosa, indicativa de pérdida de proteínas
Presión arterial alta que no responde bien a medicamentos
Síntomas metabólicos:
Los trastornos metabólicos como la diabetes o la resistencia a la insulina se manifiestan con síntomas como:
Sed excesiva y necesidad frecuente de orinar
Aumento de peso, especialmente en el abdomen
Visión borrosa o fatiga generalizada
Dificultad para controlar los niveles de glucosa en sangre
Cabe destacar que estos síntomas pueden ser sutiles en etapas iniciales, pero su combinación debe alertar sobre la posibilidad de un síndrome que requiere atención multidisciplinaria.
El diagnóstico del síndrome cardiovascular-renal-metabólico requiere una evaluación integral, ya que no existe una prueba única que lo identifique de forma directa. Este síndrome se caracteriza por la coexistencia e interacción de trastornos cardiovasculares, renales y metabólicos, por lo que su detección implica observar cómo se manifiestan y se relacionan entre sí estas condiciones en un mismo paciente.
El enfoque diagnóstico se basa en identificar alteraciones en al menos dos de los tres sistemas (cardiaco, renal y metabólico), considerando factores clínicos, bioquímicos e imagenológicos.
Componentes clave del diagnóstico:
Evaluación cardiovascular:
Historia de hipertensión arterial, insuficiencia cardíaca o enfermedad coronaria.
Estudio de la función cardíaca mediante ecocardiograma o electrocardiograma.
Biomarcadores como el péptido natriurético tipo B (BNP/NT-proBNP), que indican estrés cardíaco.
Evaluación renal:
Estimación del filtrado glomerular (eGFR) y niveles de creatinina para evaluar la función renal.
Detección de albuminuria o proteinuria, signos tempranos de daño renal.
Presencia de enfermedad renal crónica con evolución mayor a tres meses.
Evaluación metabólica:
Diagnóstico de diabetes tipo 2, resistencia a la insulina o prediabetes mediante glucosa en ayuno y HbA1c.
Dislipidemia (colesterol LDL elevado, HDL bajo, triglicéridos altos).
Obesidad abdominal o índice de masa corporal (IMC) elevado.
Diagnóstico sindrómico:
Cuando un paciente presenta alteraciones clínicas o bioquímicas en al menos dos de estos tres sistemas, y existen factores comunes como inflamación sistémica, estrés oxidativo o disfunción endotelial, se puede considerar el diagnóstico de síndrome cardiovascular-renal-metabólico.
La detección oportuna es fundamental para adoptar un enfoque terapéutico integral que permita prevenir complicaciones mayores como eventos cardiovasculares o progresión a insuficiencia renal avanzada.
El síndrome cardiovascular-renal-metabólico no sólo representa una suma de enfermedades, sino una condición interconectada que potencia el riesgo de complicaciones en todos los sistemas que involucra. Cuando no se diagnostica o maneja a tiempo, puede evolucionar hacia patologías crónicas severas con alto riesgo de hospitalización y mortalidad.
Complicaciones cardiovasculares:
Infarto agudo de miocardio (ataque al corazón)
Insuficiencia cardíaca crónica o aguda descompensada
Arritmias (latidos cardíacos irregulares)
Enfermedad arterial periférica y accidente cerebrovascular (ACV)
Complicaciones renales:
Progresión a enfermedad renal crónica avanzada
Necesidad de terapia de reemplazo renal, como diálisis o trasplante
Mayor riesgo de crisis hipertensivas y complicaciones vasculares
️ Complicaciones metabólicas:
Descontrol glucémico severo, incluso con tratamiento
Complicaciones microvasculares de la diabetes: retinopatía, neuropatía y nefropatía
Esteatosis hepática o enfermedad del hígado graso no alcohólico
Mayor riesgo de síndrome metabólico completo, que potencia la progresión de todas las complicaciones anteriores
Además, los pacientes con este síndrome tienen un riesgo acumulativo más alto de mortalidad cardiovascular y mortalidad por todas las causas, en comparación con quienes presentan sólo una de estas condiciones de forma aislada (Verma et al., 2022).
Estos alimentos ayudan a controlar la presión arterial, mejorar la función renal, reducir la inflamación y mantener estables los niveles de glucosa y lípidos:
Frutas y verduras frescas:
Ricas en fibra, antioxidantes, potasio natural y compuestos antiinflamatorios.
Ejemplos: manzana, fresas, arándanos, espinaca, brócoli, calabaza.
Granos integrales:
Aportan fibra soluble, que ayuda a controlar la glucosa y el colesterol.
Ejemplos: avena, quinoa, arroz integral, pan 100% integral.
Proteínas magras:
Favorecen la salud muscular sin sobrecargar los riñones.
Ejemplos: pescado (como salmón o sardina), pollo sin piel, claras de huevo, tofu.
Grasas saludables:
Ayudan a reducir la inflamación y proteger el corazón.
Ejemplos: aguacate, aceite de oliva extra virgen, semillas de chía y linaza, nueces sin sal.
Líquidos adecuados:
Agua natural y bebidas sin azúcar; evitar el exceso si hay restricción hídrica por enfermedad renal.
Estos alimentos pueden agravar la hipertensión, dañar los riñones y dificultar el control del azúcar y los lípidos:
Alimentos ultra procesados:
Altos en sodio, grasas trans y azúcares añadidos.
Ejemplos: embutidos, papas fritas, galletas, cereales azucarados.
Carnes rojas y procesadas:
Contribuyen a la inflamación y al daño renal.
Ejemplos: tocino, salchichas, carne de res con mucha grasa.
Alimentos ricos en sal:
Aumentan la presión arterial y retención de líquidos.
Ejemplos: sopas enlatadas, snacks salados, salsas comerciales.
Bebidas azucaradas y alcohol:
Aumentan el riesgo de diabetes y enfermedad hepática.
Ejemplos: refrescos, jugos industrializados, cerveza, licor.
Exceso de fósforo y potasio (en enfermedad renal avanzada):
Deben controlarse algunos alimentos como plátano, tomate, frutos secos y lácteos enteros.
Controlar el tamaño de las porciones:
Comer en cantidades moderadas ayuda a evitar sobrepeso y picos de glucosa. Usar platos pequeños y evitar repetir puede ser útil.
Elegir técnicas de cocción saludables:
Prefiere alimentos cocidos al vapor, al horno o a la parrilla. Evita frituras y rebozados.
Leer las etiquetas nutricionales:
Elige productos bajos en sodio (<140 mg por porción), sin azúcares añadidos y con grasas saludables.
Limitar el consumo de fósforo y potasio (si hay enfermedad renal avanzada):
Consulta con un nutriólogo renal para adaptar los alimentos ricos en estos minerales.
Mantener horarios regulares de comida:
Evita ayunos prolongados o comidas excesivas en la noche. Mantén una rutina de 3 comidas principales y 1 o 2 colaciones saludables si es necesario.
Actividad física regular:
Al menos 150 minutos semanales de ejercicio aeróbico moderado (como caminar, nadar, bailar).
Incluir ejercicios de fuerza 2 veces por semana si es posible.
Beneficios: mejora la sensibilidad a la insulina, fortalece el corazón y reduce el estrés.
Control del estrés:
Técnicas como respiración profunda, meditación, yoga o actividades recreativas ayudan a reducir la presión arterial y la inflamación.
Evitar el consumo de tabaco y alcohol:
Fumar y beber en exceso empeoran la función cardiovascular y renal. Dejar de fumar es una de las mejores decisiones para la salud general.
Dormir adecuadamente:
Dormir entre 7 y 8 horas por noche favorece el equilibrio hormonal y metabólico. El sueño de mala calidad se asocia con mayor riesgo de diabetes e hipertensión.
Controlar el peso corporal:
Mantener un peso saludable y reducir la grasa abdominal puede mejorar significativamente la salud cardio metabólica y renal.
Monitoreo médico regular:
Medir presión arterial, glucosa, función renal y perfil lipídico periódicamente.
Seguir las indicaciones del equipo médico y tomar los medicamentos según prescripción.
Elaboró: Pasante de prácticas profesionales de la Lic. en Nutrición JACQUELINE RAMIREZ NARANJO
Revisó: LN Laura Carolina Soto Ham.
Fuentes:
Boehm, M., & Gerstein, H. C. (2021). Cardiorenal-metabolic care: A new era in the management of risk for cardiovascular disease, kidney disease, and diabetes. European Heart Journal, 42(26), 2600–2602. https://doi.org/10.1093/eurheartj/ehab204
Tuttle, K. R., et al. (2021). Cardiorenal metabolic syndrome: JACC State-of-the-Art Review. Journal of the American College of Cardiology, 77(23), 2782–2798. https://doi.org/10.1016/j.jacc.2021.04.025
McCullough, P. A., & Sandberg, K. (2019). Cardiorenal metabolic syndrome: New perspectives on disease and therapy. Current Hypertension Reports, 21(4), 29. https://doi.org/10.1007/s11906-019-0926-4
Verma, S., Zannad, F., & Bhatt, D. L. (2022). The new landscape of cardiorenal-metabolic disease: Cardiologists, nephrologists, and diabetologists unite. The Lancet, 399(10338), 1037–1039. https://doi.org/10.1016/S0140-6736(22)00289-3
National Kidney Foundation. (2020). Nutrition and kidney disease: What to eat? https://www.kidney.org/nutrition
American Heart Association. (2021). Heart-healthy diet recommendations. https://www.heart.org
Cansancio o debilidad persistente, incluso con esfuerzos mínimos
Dificultad para respirar, especialmente al acostarse o durante la noche
Hinchazón en pies, tobillos o abdomen (edema)
Palpitaciones o sensación de presión en el pecho
Retención de líquidos con hinchazón en piernas o párpados
Cambios en el volumen y frecuencia de la orina
Orina espumosa, indicativa de pérdida de proteínas
Presión arterial alta que no responde bien a medicamentos
Sed excesiva y necesidad frecuente de orinar
Aumento de peso, especialmente en el abdomen
Visión borrosa o fatiga generalizada
Dificultad para controlar los niveles de glucosa en sangre
Historia de hipertensión arterial, insuficiencia cardíaca o enfermedad coronaria.
Estudio de la función cardíaca mediante ecocardiograma o electrocardiograma.
Biomarcadores como el péptido natriurético tipo B (BNP/NT-proBNP), que indican estrés cardíaco.
Estimación del filtrado glomerular (eGFR) y niveles de creatinina para evaluar la función renal.
Detección de albuminuria o proteinuria, signos tempranos de daño renal.
Presencia de enfermedad renal crónica con evolución mayor a tres meses.
Diagnóstico de diabetes tipo 2, resistencia a la insulina o prediabetes mediante glucosa en ayuno y HbA1c.
Dislipidemia (colesterol LDL elevado, HDL bajo, triglicéridos altos).
Obesidad abdominal o índice de masa corporal (IMC) elevado.
Cuando un paciente presenta alteraciones clínicas o bioquímicas en al menos dos de estos tres sistemas, y existen factores comunes como inflamación sistémica, estrés oxidativo o disfunción endotelial, se puede considerar el diagnóstico de síndrome cardiovascular-renal-metabólico.
La detección oportuna es fundamental para adoptar un enfoque terapéutico integral que permita prevenir complicaciones mayores como eventos cardiovasculares o progresión a insuficiencia renal avanzada.
Infarto agudo de miocardio (ataque al corazón)
Insuficiencia cardíaca crónica o aguda descompensada
Arritmias (latidos cardíacos irregulares)
Enfermedad arterial periférica y accidente cerebrovascular (ACV)
Progresión a enfermedad renal crónica avanzada
Necesidad de terapia de reemplazo renal, como diálisis o trasplante
Mayor riesgo de crisis hipertensivas y complicaciones vasculares
Descontrol glucémico severo, incluso con tratamiento
Complicaciones microvasculares de la diabetes: retinopatía, neuropatía y nefropatía
Esteatosis hepática o enfermedad del hígado graso no alcohólico
Mayor riesgo de síndrome metabólico completo, que potencia la progresión de todas las complicaciones anteriores
Controlar el tamaño de las porciones:
Comer en cantidades moderadas ayuda a evitar sobrepeso y picos de glucosa. Usar platos pequeños y evitar repetir puede ser útil.
Elegir técnicas de cocción saludables:
Prefiere alimentos cocidos al vapor, al horno o a la parrilla. Evita frituras y rebozados.
Leer las etiquetas nutricionales:
Elige productos bajos en sodio (<140 mg por porción), sin azúcares añadidos y con grasas saludables.
Limitar el consumo de fósforo y potasio (si hay enfermedad renal avanzada):
Consulta con un nutriólogo renal para adaptar los alimentos ricos en estos minerales.
Mantener horarios regulares de comida:
Evita ayunos prolongados o comidas excesivas en la noche. Mantén una rutina de 3 comidas principales y 1 o 2 colaciones saludables si es necesario.
Boehm, M., & Gerstein, H. C. (2021). Cardiorenal-metabolic care: A new era in the management of risk for cardiovascular disease, kidney disease, and diabetes. European Heart Journal, 42(26), 2600–2602. https://doi.org/10.1093/eurheartj/ehab204
Tuttle, K. R., et al. (2021). Cardiorenal metabolic syndrome: JACC State-of-the-Art Review. Journal of the American College of Cardiology, 77(23), 2782–2798. https://doi.org/10.1016/j.jacc.2021.04.025
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Verma, S., Zannad, F., & Bhatt, D. L. (2022). The new landscape of cardiorenal-metabolic disease: Cardiologists, nephrologists, and diabetologists unite. The Lancet, 399(10338), 1037–1039. https://doi.org/10.1016/S0140-6736(22)00289-3
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American Heart Association. (2021). Heart-healthy diet recommendations. https://www.heart.org
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